viernes, 5 de septiembre de 2008

New Childrens

"Todo se soluciona menos la muerte"; "La muerte juega con nosotros, sabe que va a ganar, y nos da una vida de ventaja"; "Los que una vez nos criaron se verán carcomidos por enfermedades, entonces, tendremos que cuidar sus viejos huesos observando su rostro llenos de arrugas"; "Los ancianos merecen nuestro respeto"; "Cuál es el animal que en el principio de su vida camina a cuatro patas, luego a dos y en el ocaso de su existencia a tres: El ser humano"...

Frases parecidas hemos oído todos, con uno u otro matiz, sean inventadas o de filósofos que nunca tuvieron renombre, que pertenecieron y pertenecen al refranero. No hay cosa que más odie que la vejez. Sé que me llegará. Sin embargo, no quiero ser una carga para el asilo en el cual me haré todo encima y terminaré temblando patósamente mientras tomo la medicación. Sí, porque es así como vamos a acabar todos. Tengamos parientes o no, seamos personas destacadas o casi mendigos. Todos, sin salvarse nadie, terminaremos con los huesos en una cama maloliente esperando que vengan a cambiarnos el pañal.

Pero también amo la vejez. Sí. Porque en parte evolucionamos toda una vida para terminar como empezamos. Los ancianos son caprichosos, se lamentan siempre, olvidan palabras y gestos que antes eran muy comunes. ¡Santo Dios! Olvidan inclusive cómo se pone un botón. Sin embargo, estos son los casos más duros, pero los que más nos llegan. Son impactos visuales y todos hemos conocido a ancianos dependientes por completo de los cuidados de un segundo. Pero también está el entrañable que aunque olvida ciertos detalles, como cuantas veces te ha contado aquella vieja historia, son capaces de salir a pasear y sentirse joven con un clavel en su deslucida levita.

He vivido entre ancianos desde mi más tierna infancia. Mi abuelo fue un ejemplo a seguir. Un hobmre robusto, cabellos castaños con tonos rojizos, de casi metro noventa y con sumo gusto para la ropa. Se puede decir que era un gentleman. Mi abuela parecía una actriz de cine cuando era joven, cabellos castaños, ojos azules grisaceos y una sonrisa muy bonita. Cuando yo vine a este mundo los conocía como hasta el día que se fue apagando mi abuelo y desapareció. Mi abuela ahora parece que está perdiendo todo, menos su carácter.

Pero al mirar el comportamientos de muchos ante los ancianos, y los ancianos enfermos, me repugna. Yo odio la vejez porque es síntoma evidente de que pronto ya no estarán a nuestro lado, algo que me llena de pesadumbre y me hacen llorar. Es extraño. Sin embargo, es el mismo reflejo de que no somos inmortales, que no somos dioses, sino meros estigmas en medio de una historia inacabada...que va dejando su legado al termino de cada géneración.

No entiendo esta sociedad. No lo entiendo. Pierden el tiempo leyendo libros de historia moderna, cuando los que mejor nos la pueden contar son los ancianos y a estos los desprecian.

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