De apariencia ángel y de profesión demonio. Mis alas no existen, jamás me gané unas. Camino por el mundo buscando desenfundar mi pistola y volar los sesos a cualquiera que se aproxime a mí. Sin embargo, tú me ves como el perfecto príncipe azul con elegantes ropas de marca y sibarita con el arte, la compañía y el placer de la comida. Me convertí ante ti en lo que tú deseaste ver, te olvidaste de mis silencios y mi frialdad a la hora de tratarte. El sexo era, y es, mi comunicación con tu alma, el lugar donde te muestro cuan apasionado puedo ser. La locura yace en mi alma, la envenena, y tú la desatas.
Temo que un día veas en mí lo que otros logran ver sólo con alzar la vista. Mi mayor temor es que la policía me detenga y muestre mis secretos, mis crímenes.
Crecí matando, pues nada más nacer maté el amor de mis padres. Viví luchando contra mi estrella, pero esta se volvió tan oscura se convirtió en manto. Noté como aquella sombra negra me rodeaba abrigándome, curándome cada herida, y la frialdad se hizo con mis movimientos pausados.
La elegancia y la sabiduría, además de mis conocimientos sobre protocolo y cultura social, me hace ser un irresistible profesional. Nadie sabe que comparte fiesta con la muerte, que brinda con el hombre que le dará los últimos segundos de vida sobre la tierra a modo de bala del calibre nueve.
Mi reina, mi diosa, mi cautivadora mujer... yaces en la cama como una rosa de un vergel extraño, de un rosal nacido en pleno desierto árido y cruel, y yo te he raptado para que te abras grácil mostrándome tu lama en cada palabra, caricia y mirada. Me aborrezco, pero me amo cuando noto que me rodeas en nuestro lecho conyugal.
Perdóname, perdóname... por ser un cobarde y huir hoy que estoy a tiempo. No puedo quedarme contigo, te expongo a peligros y también a lágrimas amargas. Quiero recordarte con una sonrisa y con nuestro hijo en tu vientre. Por favor... cuídate y olvídate de mí.
Temo que un día veas en mí lo que otros logran ver sólo con alzar la vista. Mi mayor temor es que la policía me detenga y muestre mis secretos, mis crímenes.
Crecí matando, pues nada más nacer maté el amor de mis padres. Viví luchando contra mi estrella, pero esta se volvió tan oscura se convirtió en manto. Noté como aquella sombra negra me rodeaba abrigándome, curándome cada herida, y la frialdad se hizo con mis movimientos pausados.
La elegancia y la sabiduría, además de mis conocimientos sobre protocolo y cultura social, me hace ser un irresistible profesional. Nadie sabe que comparte fiesta con la muerte, que brinda con el hombre que le dará los últimos segundos de vida sobre la tierra a modo de bala del calibre nueve.
Mi reina, mi diosa, mi cautivadora mujer... yaces en la cama como una rosa de un vergel extraño, de un rosal nacido en pleno desierto árido y cruel, y yo te he raptado para que te abras grácil mostrándome tu lama en cada palabra, caricia y mirada. Me aborrezco, pero me amo cuando noto que me rodeas en nuestro lecho conyugal.
Perdóname, perdóname... por ser un cobarde y huir hoy que estoy a tiempo. No puedo quedarme contigo, te expongo a peligros y también a lágrimas amargas. Quiero recordarte con una sonrisa y con nuestro hijo en tu vientre. Por favor... cuídate y olvídate de mí.
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