La palabra "sociedad" nos crea un enigma a veces demasiado intangible. Se puede decir que a veces es difícil de definir, puesto que todos tenemos un concepto de ella y una imagen mental que puede es apabullante o placentera. El ser humano es un ente social, al igual que muchos animales que viven en manadas para progresar. Las hormigas y las abejas son quienes mejor distribuyen el complejo social de todos los individuos. Todos y cada uno de sus miembros tienen un legado que formar, algo que no debe ser destruido y sí consolidado. Sin embargo, hay indiviuos que llegan a temer a la sociedad, el organismo fundamental de supervivencia y se recluyen en sus casas.
Muchos al imaginarse una sociedad, imaginan una ciudad. Sí, grandes rascacielos repletos de oficinistas a punto de darle un paro cardiaco, ruído por el tráfico y los claxones de los automóviles, un hombre que mira ansioso el reloj en un semáforo, un chico con la música a todo volumen subiéndose a un transporte urbano, aglomeraciones, niños para la escuela, coches de lujo, el indigente de cada esquina o el lisiado de guerra, la anciana que no se atreve a pasar por el cebrado, la parada de autobuses con los horarios arrancados, pocos árboles, mucha contaminación y una obra cerca de la boca de un metro. ¿No es así? Pero también hay sociedades como las de los pueblos indígenas donde no existe el estrés, ni la indignación de llegar tarde, tampoco un teléfono móvil, un mp4 o un autobús. En esas sociedades, a veces formadas por un grupo de familias, son de casas de barro y paja, hogares sencillos y sin apenas divisiones. Sin embargo, funcionan como la gran ciudad, el pueblo de la montaña, el costero o el del cualquier lugar del mundo. Tienen todos un lugar. Los niños aprenden a realizar labores sencillas para luego pasar a las complicadas, en el "primer" mundo los pequeños estudian para tomar cargos importantes en las empresas en un mañana. Si bien, en la sociedad moderna no hay respeto para los ancianos y no hay lugar para conversar con la familia.
En una sociedad indígena no se habla mal del vecino, pues también es parte de la familia de tus ancestros y se tiene en gran respeto a los ancianos. En la sociedad cosmopolita no nos tenemos respeto ni a nosotros mismos. La crítica, la burla, el comentario ordinario y fácil, a veces incluso blasfemo, viene a la punta de nuestra lengua y la escupimos, sin más. Y aquí viene el problema. Las criticas. Las críticas que realmente importan y son necesarias, las que deberíamos callarnos porque son una falta de respeto y las que son causadas por la envidia.
No nos engañemos, a todos nos importa lo que hace el vecino, sin embargo no aporta nada a nuestras vidas, tan sólo morbo. En nuestra sociedad se ha perdido el respeto, el honor a la verdad, el juicio y sobretodo la humildad. Nos creemos más que cualquiera, por ello podemos pisotear, burlarnos de los defectos o desgracias ajenas, humillar sin importar quien se sienta ofendido. Ahí está el mayor de los problemas. Una sociedad deshunida se destruye, se forjan guerras, divisiones y al final el caos. Lo que puede empezar como un chiste en una oficina contra la competencia puede generar en una guerra dialectica que se repercute en la imagen de la empresa, eso en la marca, la marca en los productos, los productos son comprados por consumidores que juzgan a veces sin conocer, por rumores, y esto influye en su compra y por lo tanto en el precio.
Dice el refrán: Torres más altas han caído. Pero es así. Si no hay respeto, si no hay lealtad, guiones básicos, pequeños apuntes para poder tener una guía útil, no queda nada. La debastación entrará en nuestras vidas y con ella la nula negociación entre empresas, elevando precios y causando gran revuelo, olvidándonos de problemas fundamentales y colapsando a gobiernos enteros. Hay una frase muy cierta que suscribe "Si Estados Unidos estornuda, Europa coge la gripe". Y es que la sociedad norteamericana ha sido el ejemplo a seguir de millones de personas. Sus series nos llevan a un ritmo de vida, una imaginación cosmopolita y demasiado desarraigada de la costumbre local. La Mcdonalización de la sociedad, crear una sociedad como si fuera una empresa y despersonalizando por completo a los individuos. Ahora no son los mayores quien tienen la verdad, la experiencia, sino que te la venden en un frasco de perfume o en un tetrabrick de leche.
La sociedad ahora está manipulada por las empresas y por la televisión, que en sí son multinacionales. Nos dicen como vestirnos, como comportarnos, qué escuchar, qué es lógico y qué no, también nos influyen en el voto, en la opinión pública, en el respeto, en las costumbres más simples como llamar por teléfono o comprar una libreta para dejar una nota. Todo, absolutamente todo, está sumergido en las aguas del negocio más ruín. Los anuncios de estas empresas están en periódicos, radio, televisión, internet, folletos, propaganda, hilos del supermercado, música, vallas de estadios abarrotados para ver el deporte rey de cada país...etc.
Entonces, me pregunto: ¿Realmente el diccionario dice la verdad? ¿miente? La sociedad es un conglomerado de personas de distinta cultura, sexo, edad, religión... ¿o está surgiendo una nueva sociedad que parece crear clones idénticos de personas y edificios, de sensaciones y gustos, a lo largo y ancho del mundo? ¿Es la sociedad libre? ¿Tiene libertad? ¿O está corrupta por las manos de las empresas? Simplemente, la más libre es la indígena, esa que algunos se burlan por llevar poca ropa y entonar canciones ancestrales. El desconocimiento de la evolución, teorías científicas y tecnología hace al hombre más hombre, más libre de respuestas y más lleno de preguntas. Aunque, como dicen, cuanto más tenemos más necesitamos.
El alma de la sociedad,
Por: Lestat
Muchos al imaginarse una sociedad, imaginan una ciudad. Sí, grandes rascacielos repletos de oficinistas a punto de darle un paro cardiaco, ruído por el tráfico y los claxones de los automóviles, un hombre que mira ansioso el reloj en un semáforo, un chico con la música a todo volumen subiéndose a un transporte urbano, aglomeraciones, niños para la escuela, coches de lujo, el indigente de cada esquina o el lisiado de guerra, la anciana que no se atreve a pasar por el cebrado, la parada de autobuses con los horarios arrancados, pocos árboles, mucha contaminación y una obra cerca de la boca de un metro. ¿No es así? Pero también hay sociedades como las de los pueblos indígenas donde no existe el estrés, ni la indignación de llegar tarde, tampoco un teléfono móvil, un mp4 o un autobús. En esas sociedades, a veces formadas por un grupo de familias, son de casas de barro y paja, hogares sencillos y sin apenas divisiones. Sin embargo, funcionan como la gran ciudad, el pueblo de la montaña, el costero o el del cualquier lugar del mundo. Tienen todos un lugar. Los niños aprenden a realizar labores sencillas para luego pasar a las complicadas, en el "primer" mundo los pequeños estudian para tomar cargos importantes en las empresas en un mañana. Si bien, en la sociedad moderna no hay respeto para los ancianos y no hay lugar para conversar con la familia.
En una sociedad indígena no se habla mal del vecino, pues también es parte de la familia de tus ancestros y se tiene en gran respeto a los ancianos. En la sociedad cosmopolita no nos tenemos respeto ni a nosotros mismos. La crítica, la burla, el comentario ordinario y fácil, a veces incluso blasfemo, viene a la punta de nuestra lengua y la escupimos, sin más. Y aquí viene el problema. Las criticas. Las críticas que realmente importan y son necesarias, las que deberíamos callarnos porque son una falta de respeto y las que son causadas por la envidia.
No nos engañemos, a todos nos importa lo que hace el vecino, sin embargo no aporta nada a nuestras vidas, tan sólo morbo. En nuestra sociedad se ha perdido el respeto, el honor a la verdad, el juicio y sobretodo la humildad. Nos creemos más que cualquiera, por ello podemos pisotear, burlarnos de los defectos o desgracias ajenas, humillar sin importar quien se sienta ofendido. Ahí está el mayor de los problemas. Una sociedad deshunida se destruye, se forjan guerras, divisiones y al final el caos. Lo que puede empezar como un chiste en una oficina contra la competencia puede generar en una guerra dialectica que se repercute en la imagen de la empresa, eso en la marca, la marca en los productos, los productos son comprados por consumidores que juzgan a veces sin conocer, por rumores, y esto influye en su compra y por lo tanto en el precio.
Dice el refrán: Torres más altas han caído. Pero es así. Si no hay respeto, si no hay lealtad, guiones básicos, pequeños apuntes para poder tener una guía útil, no queda nada. La debastación entrará en nuestras vidas y con ella la nula negociación entre empresas, elevando precios y causando gran revuelo, olvidándonos de problemas fundamentales y colapsando a gobiernos enteros. Hay una frase muy cierta que suscribe "Si Estados Unidos estornuda, Europa coge la gripe". Y es que la sociedad norteamericana ha sido el ejemplo a seguir de millones de personas. Sus series nos llevan a un ritmo de vida, una imaginación cosmopolita y demasiado desarraigada de la costumbre local. La Mcdonalización de la sociedad, crear una sociedad como si fuera una empresa y despersonalizando por completo a los individuos. Ahora no son los mayores quien tienen la verdad, la experiencia, sino que te la venden en un frasco de perfume o en un tetrabrick de leche.
La sociedad ahora está manipulada por las empresas y por la televisión, que en sí son multinacionales. Nos dicen como vestirnos, como comportarnos, qué escuchar, qué es lógico y qué no, también nos influyen en el voto, en la opinión pública, en el respeto, en las costumbres más simples como llamar por teléfono o comprar una libreta para dejar una nota. Todo, absolutamente todo, está sumergido en las aguas del negocio más ruín. Los anuncios de estas empresas están en periódicos, radio, televisión, internet, folletos, propaganda, hilos del supermercado, música, vallas de estadios abarrotados para ver el deporte rey de cada país...etc.
Entonces, me pregunto: ¿Realmente el diccionario dice la verdad? ¿miente? La sociedad es un conglomerado de personas de distinta cultura, sexo, edad, religión... ¿o está surgiendo una nueva sociedad que parece crear clones idénticos de personas y edificios, de sensaciones y gustos, a lo largo y ancho del mundo? ¿Es la sociedad libre? ¿Tiene libertad? ¿O está corrupta por las manos de las empresas? Simplemente, la más libre es la indígena, esa que algunos se burlan por llevar poca ropa y entonar canciones ancestrales. El desconocimiento de la evolución, teorías científicas y tecnología hace al hombre más hombre, más libre de respuestas y más lleno de preguntas. Aunque, como dicen, cuanto más tenemos más necesitamos.
El alma de la sociedad,
Por: Lestat
No hay comentarios:
Publicar un comentario