lunes, 29 de marzo de 2010

El ciclo vital

Y estamos aquí en un lapsus de sueño,
en un momento ufano casi divino y radiante,
donde todo y nada puede ser posible;
ya que parece parcela sin dueño.
Vienes al fin al camino vital y despiertas.
Sientes al mundo como amante,
y nada te resulta previsible.
Hasta que te das con la puerta
ves como todo se cierra,
como pierdes la cabeza,
y te sofocas porque no quieres ser carne muerta.
Pero, lo lamento, ya te consagraron para que murieras

.El ciclo de la vida.

Nacemos y creemos que todo es posible. Somos niños. No vemos la maldad ni la bondad, sólo sentimos que algo nos agrada o nos molesta. Pronto nos muestran qué es lo bueno y lo malo, ya nos ponen límites y nos encadenan a una sociedad, una cultura, una lengua, una historia ya empezada y sobretodo a unas costumbres familiares... que a veces es mejor no tenerlas. En la escuela nos moldean, nos dicen cómo son los colores, el alfabeto, como debemos de pensar y sumar. Nos muestran poco a poco los límites. Nos cuentan cuentos previsibles y nos hacen invisibles unos entre otros. De ese ser humano único, maravilloso y salvaje, no queda nada.

En sí es bueno saber que el fuego quema, que la lluvia se llama así, que el color verde en un bosque se convierte en rojizo y marrón por una estación u otra del tiempo, que el amor es algo cálido... pero no es bueno al cien por cien. Dejamos de imaginar, dejamos la ilusión, nos enclaustramos en un mundo más gris y menos colorido. Terminamos encerrándonos en un oficio por un dinero, no deseamos perder el tiempo y a la vez lo hacemos. Nadie puede hacer que el tiempo no pase, porque pasa, y aunque se paralizaran todos los relojes del mundo... el mundo envejecería y tú con ellos.

No hemos venido a sufrir y tampoco para ser felices, no es un camino para ello... es un camino de conquista. Debemos tomar lo que nos enseñan y no olvidar lo que ya sabíamos desde pequeños. Pueden darnos sabiduría, pero nadie debe quitarnos a cambio la ilusión o la fantasía.

Sigamos siendo niños, niños eternos, como los niños del país de Nunca Jamás. Sigamos siendo laberintos de almas inquietas. Sigamos siendo nosotros. Sigamos sintiendo que el mundo nos pertenece y que somos individuos únicos, irreemplazables.

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