Y estamos aquí en un lapsus de sueño,
en un momento ufano casi divino y radiante,
donde todo y nada puede ser posible;
ya que parece parcela sin dueño.
Vienes al fin al camino vital y despiertas.
Sientes al mundo como amante,
y nada te resulta previsible.
Hasta que te das con la puerta
ves como todo se cierra,
como pierdes la cabeza,
y te sofocas porque no quieres ser carne muerta.
Pero, lo lamento, ya te consagraron para que murieras
en un momento ufano casi divino y radiante,
donde todo y nada puede ser posible;
ya que parece parcela sin dueño.
Vienes al fin al camino vital y despiertas.
Sientes al mundo como amante,
y nada te resulta previsible.
Hasta que te das con la puerta
ves como todo se cierra,
como pierdes la cabeza,
y te sofocas porque no quieres ser carne muerta.
Pero, lo lamento, ya te consagraron para que murieras
.El ciclo de la vida. 
Nacemos y creemos que todo es posible. Somos niños. No vemos la maldad ni la bondad, sólo sentimos que algo nos agrada o nos molesta. Pronto nos muestran qué es lo bueno y lo malo, ya nos ponen límites y nos encadenan a una sociedad, una cultura, una lengua, una historia ya empezada y sobretodo a unas costumbres familiares... que a veces es mejor no tenerlas. En la escuela nos moldean, nos dicen cómo son los colores, el alfabeto, como debemos de pensar y sumar. Nos muestran poco a poco los límites. Nos cuentan cuentos previsibles y nos hacen invisibles unos entre otros. De ese ser humano único, maravilloso y salvaje, no queda nada.
En sí es bueno saber que el fuego quema, que la lluvia se llama así, que el color verde en un bosque se convierte en rojizo y marrón por una estación u otra del tiempo, que el amor es algo cálido... pero no es bueno al cien por cien. Dejamos de imaginar, dejamos la ilusión, nos enclaustramos en un mundo más gris y menos colorido. Terminamos encerrándonos en un oficio por un dinero, no deseamos perder el tiempo y a la vez lo hacemos. Nadie puede hacer que el tiempo no pase, porque pasa, y aunque se paralizaran todos los relojes del mundo... el mundo envejecería y tú con ellos.
No hemos venido a sufrir y tampoco para ser felices, no es un camino para ello... es un camino de conquista. Debemos tomar lo que nos enseñan y no olvidar lo que ya sabíamos desde pequeños. Pueden darnos sabiduría, pero nadie debe quitarnos a cambio la ilusión o la fantasía.
Sigamos siendo niños, niños eternos, como los niños del país de Nunca Jamás. Sigamos siendo laberintos de almas inquietas. Sigamos siendo nosotros. Sigamos sintiendo que el mundo nos pertenece y que somos individuos únicos, irreemplazables.
En sí es bueno saber que el fuego quema, que la lluvia se llama así, que el color verde en un bosque se convierte en rojizo y marrón por una estación u otra del tiempo, que el amor es algo cálido... pero no es bueno al cien por cien. Dejamos de imaginar, dejamos la ilusión, nos enclaustramos en un mundo más gris y menos colorido. Terminamos encerrándonos en un oficio por un dinero, no deseamos perder el tiempo y a la vez lo hacemos. Nadie puede hacer que el tiempo no pase, porque pasa, y aunque se paralizaran todos los relojes del mundo... el mundo envejecería y tú con ellos.
No hemos venido a sufrir y tampoco para ser felices, no es un camino para ello... es un camino de conquista. Debemos tomar lo que nos enseñan y no olvidar lo que ya sabíamos desde pequeños. Pueden darnos sabiduría, pero nadie debe quitarnos a cambio la ilusión o la fantasía.
Sigamos siendo niños, niños eternos, como los niños del país de Nunca Jamás. Sigamos siendo laberintos de almas inquietas. Sigamos siendo nosotros. Sigamos sintiendo que el mundo nos pertenece y que somos individuos únicos, irreemplazables.
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