miércoles, 19 de mayo de 2010

Mil años

Sentía mi vida vacía, trágicamente incompleta, y estancada como una añeja novela polvorienta en los cajones de un viejo escritorio. Anclado, sumergido en la agonía, y deseando de ser liberado por la muerte. Mi alma parecía destrozada, a pesar que cosí cada costura con palabras de sabios que ya han sido desterrados por el mundo moderno. Palpaba mi rostro frente al espejo con ánimos de hundir mis dedos en las cuencas yertas de mis ojos. Mis pupilas parecían clavarse en el reflejo, únicamente brillaban ante el deseo de partir de una vez por todas. Pero ni yo puedo morir, ni puedo permitirlo. Aún hay cosas aquí que me anclan, aún debo vivir por el bien de los míos.

Me incorporo cada noche desde mi cama hacia mi trono. Camino sobre la hiel de la soledad y suspiro alzando el rostro con una leve sonrisa. Me admiran y mis secretos están ocultos en mi mente enferma. Su líder parece amarlos, respetarlos y ser aguerrido. Si bien, en realidad es una máscara de un niño que sigue perdido en los jardines de la pasión... en tus jardines. Mi hermoso ángel no vuelves a mí, no vuelves a encontrarte conmigo en las sombras donde te di nombre.

Cuando sé que nadie puede encontrarme, que estoy completamente refugiado por las sombras, lloro lágrimas de sangre meditando mis pecados. El pecado de amarte, el pecado de entregarte mi destino en tus manos. Yo te amaba, pero me has abandonado. Ya no estás a mi lado, te has evaporado como un loco sueño de verano.

Nos veremos en otra vida... tal vez cuando logre descansar mi alma de casi mil años.

No hay comentarios: