jueves, 20 de mayo de 2010

Arrepentios

La explosión retumbó todos los cimientos de la ciudad, la humareda se extendió a calles aledañas y el equipo de bomberos estaban atemorizados ante la ferocidad de las llamaradas. Dentro del edificio se escuchaban clamar a hombres y mujeres, más de un centenar de almas que quedaban atrapadas en aquel prestigioso edificio.

Entre las llamas y cenizas me alcé hacia los cielos con mis brazos extendidos en cruz. Mis ropas estaban hechas jirones, tan sólo quedaba a salvo mis pantalones de cuero. Tenía los pies desnudos, pero sin una sola herida. Debí parecer un ángel surgiendo de los infiernos. Mi cabello rubio caía sobre mi rostro y hombros. Así fue cuando el Apocalípticos comenzó, como aniquilé a cientos de los seguidores de Lennard.

-¡Arrepentíos! ¡No estaréis a salvo! ¡Arrepentíos! ¡Yo os haré regresar a los infiernos! ¡Arrepentíos!-vociferaba por encima de las súplicas de todos los vampiros que yo mismo aniquilé. Estaban tan malditos como yo, pero yo al menos luchaba contra mi naturaleza depredadora seleccionando únicamente aquellos que me atraían realmente.

-Santo Dios.-escuché susurrar a un bombero que atónito intentaba controlar las llamas sin apartar la vista de mí.-Es el Arcángel San Gabriel...

-¡Todos estáis en continuo peligro! ¡En las sombras nos encontramos! ¡Los vampiros! ¡Depredadores de hombres!

Y así fue cuando el hombre dejó de pensar en nosotros como seres fantásticos, como monstruos de películas de terror o superproducciones para jovencitas con las hormonas sumamente revueltas. Así fue cuando la literatura dejó de ser meras palabras, paparruchas de febriles bohemios, para ser tomada como la Santa Biblia para encontrar en sus párrafos nuestros puntos débiles...

Tras mi aparición sobrehumana desaparecí de los medios públicos, de cualquier escenario donde se viera mi rostro o mis facciones. Comencé a ser una leyenda, un mito, entre los míos. Pero aquello sirvió para la redención de millares de vampiros en todo el mundo... fue uno de mis trucos en contra del libertinaje salvaje de Lennard... mi antiguo y estúpido amigo.

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