sábado, 26 de junio de 2010

Que nadie duerma

Soy un extranjero en mi propio país, en las calles de este hermosa ciudad del imperio. Mi sonrisa de victoria es la medalla que me has regalado. He conseguido tu desafío, he conseguido desafiarlos a todos, y finalmente me muestro como un héroe en vez de ser un hombre humilde.

Camino por las calles oscuras con el corazón palpitando fuertemente bajo mi pecho. Ella no lo sabe, pero mi corazón es suyo, ella no sabe mi nombre, pero sueña con saberlo. Yo he logrado vencerla, he conquistado su intelecto y la he desafiado. Mi desafío ha hecho que grite, destroce parte de su vestuario y me arroje un jarrón a la cabeza. Si bien, que importa. Es la pataleta de una joven rebelde que en realidad no deseaba ser desposada, pero que ahora para serlo tendrá que saber la incógnita de mi nombre maldito por siempre.

-¡Que nadie duerma! ¡Que nadie duerma!-exploté en carcajadas frente a los jardines de la mujer que me había enamorado.

-Te diviertes.-susurró haciéndome girar.

-Nadie más sabrá mi nombre salvo tú.-murmuré tomándola del rostro.-Lo diré antes de sellar mis labios sobre los suyos.

-Dímelo.-dijo tomándome de las ropas.

-Al alba, al alba venceré mi querida princesa.

Eso la molestó e hizo que se marchara a sus aposentos, donde hacía horas que debía encontrarse. Yo simplemente regresé a los míos regocijándome, sintiéndome inmensamente feliz, porque aún lucía más hermosa molesta que feliz.

No hay comentarios: