piel de ceniza

Me enamoré de ti aquella melancólica noche,
en el bucólico prado de la nada llamado ayer.
Me enamoré de tus pies diminutos y descalzos.
Estabas tan hermosa empapada en rocío de amapolas,
tan dulce con fragancias de margaritas y rosas.
Sonreías al sol, aunque se hubiera marchado.
Decías que él te veía y que te regaló tus cabellos,
esos de hermoso color a cebada.
Me fascinó como te mecías con inocencia,
obviando que estaba arrodillándome y llorando.
Cometí el peor de los pecados...
me enamoré de una luciérnaga.
Cometí el peor de los errores...
quise atrapar una mariposa en invierno.
Me enamoré de ti, de tu sonrisa y fragancia.
El verde pasto te echa de menos,
los sauces preguntan por ti al viento,
y el lobo camina en soledad llamándote.
Me enamoré de ti, me enamoré cuando te ibas.
Volabas por los aires como diente de león.
Mi amor, mi dulce ninfa de la locura y el poder...
fascinaste a mis ojos y no te volví a ver.
¿Eres fantasía o exististe alguna vez?
Ruego al sol en plena noche que te regrese,
quiero perderme en tus ojos dulces otra vez.

Bailabas como bailarina sin conocer las notas de aquella canción,
bailabas para mí y para ti... recuerdo como sonreías con dulzura.
Bailabas, danzabas y terminabas riendo cayendo al pasto fresco.
El verano se fue, el invierno llegó y tú sigues sin regresar...
mi amor es imposible, sé que no me amarás y si lo haces no me lo dirás.
El ángel de la muerte se quedó prendado de ti, me odio por haberte tocado...

Piel de cenizas, piel de dulce ceniza.
Y pies descalzos de pianista.

Yo seguiré amándote, seguiré esperándote.