La crisálida en la cual naciste se abrió en mitad de aquel lago, donde te contemplaste por primera vez y hallaste el pecado en tus labios. Sonreíste con tristeza contemplando tus alas de gorrión, así como tus mejillas de pétalos de nenúfar, y tu delicada piel de muñeca. Una especie única entre las aguas convulsas de un océano de lágrimas, donde te ahogas constantemente y donde sigues orando por tu alma marchita.
La música del violín se compone por la partitura de la lluvia. Chopin toca un miserere en tu honor, mientras que el ritmo es de tango de arrabal y vals de palacio. La letra es un réquiem de coro de insectos, en ellos narran tu verdadera naturaleza. Mientras tanto tus lágrimas se vuelven convulsas y rojas, como gemas de sangre, y tus labios esbozan la más tétrica de las sonrisas. No eres feliz, eres presa de tu melancolía desde el día que naciste.
Pequeña mujer, diminuto ser, que camina sobre la lengua negra de petróleo que es el asfalto. Muñeca que cobró vida y toca el violín entre difuntos, seres que jamás comprenderán tu dolor y que nunca lo querrán sentir. Tu máscara de serenidad no la veo, tal vez se rompió por culpa de mis caricias... lo lamento. Te abrazaría, pero preferiría besar tus labios y darte otro nombre... quizás así salvaría la fantasía que embriaga tu cuerpo.
Felices años muertos, felices desengaños y trágicos sueños.
La música del violín se compone por la partitura de la lluvia. Chopin toca un miserere en tu honor, mientras que el ritmo es de tango de arrabal y vals de palacio. La letra es un réquiem de coro de insectos, en ellos narran tu verdadera naturaleza. Mientras tanto tus lágrimas se vuelven convulsas y rojas, como gemas de sangre, y tus labios esbozan la más tétrica de las sonrisas. No eres feliz, eres presa de tu melancolía desde el día que naciste.
Pequeña mujer, diminuto ser, que camina sobre la lengua negra de petróleo que es el asfalto. Muñeca que cobró vida y toca el violín entre difuntos, seres que jamás comprenderán tu dolor y que nunca lo querrán sentir. Tu máscara de serenidad no la veo, tal vez se rompió por culpa de mis caricias... lo lamento. Te abrazaría, pero preferiría besar tus labios y darte otro nombre... quizás así salvaría la fantasía que embriaga tu cuerpo.
Felices años muertos, felices desengaños y trágicos sueños.
No hay comentarios:
Publicar un comentario