sábado, 15 de septiembre de 2012

Caricias de tinta


En los dulces aguaceros de tus amargas lágrimas
creció la vida de este país perdido de las Mil Maravillas.
El ocaso joven y pálido de tu piel,
sólo coloreado gracias a las amapolas del sonrojo,
son el motivo de la felicidad en el corazón del poeta.

Dulce ironía cuando tus ojos brillan
por escarcha de estrellas de primavera,
las ilusiones dulces e intensas que te otorgan la vida,
y a la vez se dejan conmover con ternura
por los ríos de tinta de un libro olvidado.

Mis brazos están desdibujados, como crayones arrojados al sol,
en la caprichosa y extraña realidad donde tú caminas,
pero soy el viento en los senderos que agita la nueva hojarasca.
Mi presencia permanece aunque jamás haya estado,
se hará real algún día ofreciéndote refugio en los días más fríos
de esta vida impía llena de pecados para nada amargos.

Un día conseguiré mi mayor logro,
podré tintar tu rostro con el sonrojo más intenso
y admirar tus ojos iluminados por un poema viejo.
Brindaré contigo, como lo hice hoy,
lo haré con la calidez mística de tus labios.

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