Te amo sin juicio ni razón.
Te deseo sin más, sin motivo aparente.
Te amo con desquiciada lujuria,
la que rasga con desasosiego tus ropas.
Eres el ave que desea escapar de mis
dedos,
los cuales son zarzas de caricias
ardientes.
Me he convertido en un verdugo cruel
de labios poco misericordiosos y
sonrisa gentil.
Mírame, me has convertido en un patán
lleno de pasión por desatar en nuestro
lecho.
Aún así, me miras como si fuera un
estúpido
y escupes tus queridas frases llenas de
celos.
¿Y qué si no soy lo que esperabas?
¿A caso yo te ofrecí pago cierto?
Te dije que te amaba y te deseaba,
que te amé desde que te vi.
Sin embargo, tan sólo quemas tu ira
y la haces explotar en mi cara sin
importarte nada.
Hoy colmaste mi paciencia rebosando el
cántaro.
Te haré mi presa a la fuerza y no
podrás huir.
La pasión de mi lecho será fuego,
el mismo que conjuras para abrasar mi
piel,
y mis labios serán el agua que no te
de.
Hoy no habrá besos, sólo mi cuerpo
contra el tuyo.
Lucharemos ambos, beberemos de la
locura.
Tú y yo, mano a mano, sin más armas.
Te aplastaré contra el colchón
desnudándote
y entraré en ti como daga recién
salida de la foja.
Aprende a no buscar mi celos ni los
tuyos,
a no hallarlos en los rincones del
pasado
o en los gemidos del hoy.
Aprende o me iré, esta vez para no
volver.
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