Muñeca, eso es lo que es.
Polvo en tus recuerdos,
sonrisa fría en tus sueños
y el sudor que recorre tu espalda.
Hiciste que el tiempo se detuviera,
te arrodillaste frente a su cama
y oraste tus plegarias a la sangre
mientras ella moría irremediablemente.
Muñeca, para siempre lo será.
Una niña encadenada a la tortura,
miseria y juegos de mujer
frente a un espejo que no cambia.
Te creíste ángel salvador de sus
labios,
pequeños y gruesos de dientes
perfectos.
Tan pequeña, tan hermosa y tan sola.
Eres el pecador que arrojó su alma a
la locura.
Muñeca, para eso la creaste.
Tu dulce niña para siempre,
una fantasía de un hombre iluso
que cree en los cuentos de hada.
Robaste su inocencia con mentiras
y la vestiste con sedas de modas
parisinas
mientras reías abrazando a tu amante.
Condenasteis a una niña a llorar en la
noche.
¡Culpable! ¡Culpable! ¡Culpable!
A. González
Para El Jardín Salvaje
No hay comentarios:
Publicar un comentario