El amor se abrió camino en mi pecho, 
recorrió mis inmortales venas 
y llovieron sobre tus labios 
gotas de carmín de amapolas
silvestres.
La vida se nos fue, lentamente, 
y caminamos por el sendero 
del amor inconsciente y reblede. 
Y tuve la culpa de tus lágrimas, lo
sé. 
Te amé con todas mis fuerzas, 
por encima del misterio de tu silencio 
y bajo las sábanas de la cama 
donde yacían las palabras que no te
daba. 
Y ahora, en éste nuevo siglo, 
te busco como lo he hecho siempre 
con un grito quebrado en el cielo 
y lágrimas en mis amaneceres. 
Te quiero, como en el ayer, 
y te amo, como en el siempre. 
Porque tú has sido el primero, 
el verdadero jardín de la felicidad.  
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