Recuerdo las flores marchitas
la nieve, la escarcha y el frío
como recuerdo las notas del violín
meciéndose entre las chimeneas.
Recuerdo aquellos angustiosos días.
El violín, mi violín, el que murió
conmigo.
La noche, las cenizas, las ascuas
ardientes...
bailes de brujas y hechizos venidos del
infierno
para hundirte en el paraíso de almas
sin retorno.
Recuerdo el crujir de la madera
y como caían las partituras del cielo
mientras los ángeles no se conmovían.
El alba estaba lejana igual que la
luna.
Recuerdo la capilla y el olor a cera.
¿Recé por mi alma alguna vez en mi
vida?
No recuerdo si el miserere era para mí
y si La Virgen lloró lágrimas para
mí, su hijo.
Sólo sé que me quemé como las viejas
leyendas de Auvernia.
Recuerdo, eso soy para ti ¿no es así?
Y soy uno que te resulta amargo e
ingrato.
Porque mi mundo era oscuro y tú te
volviste luz,
pero la luz me cegaba y era hielo
abrasador.
Recuerdo en mis labios aquel sabor
carmesí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario