La vida ya no tiene sabor ni aroma
no si es con el placer de la sangre.
Cortas con tus propios cuchillos
y sacas la arteria para saciar tu
hambre.
Danza macabra de los sentidos
que se complacen con la muerte.
Vienes al mundo sin querer nacer
y te obligan a ser mudo testigo.
Pero cuando la muerte aflora
y camina lejos del campo santo
comienzas a rezar por el alma
a la cual ya le llegó la hora.
Y el cuerpo perece retorcido
y los ojos se hunden apagándose
para guardar el reflejo los huesos
de la mano que te tendió cerrándose.
¿Y si la inmortalidad fuera fácil?
¿Pagarías su precio con los
recuerdos?
Ver morir y nacer a tus amigos y
enemigos
mientras no se consume ni pudre tu
cuerpo.
Es ahí donde la magia radica su
hechizo
y hace al hombre desear ser poeta,
pero es la poesía quien elige al
designado
igual que el vampiro aguarda su legado.
Ángel González Gálvez
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