martes, 27 de abril de 2010

besos de sangre

“Deseo besar tus labios para envenenarte con mi saliva. Soy tóxico. Puedo corroer tus arterias y causarte un colapso. Vengo del mundo de los muertos, cariño, para matar tu alma y arrancar tus alas. Deseo verte caer yerto a mis pies y luego darte la vida, entregarte una nueva.”

Se encontraba atemorizado ante el cambio drástico en su amante. Jamás creyó las habladurías que caían sobre su persona. Estaba envuelto en un misterio que lo excitaba y atrapaba de una forma parecida a las ramas de un rosal. A pesar del dolor que este le infligía, merecía la pena por el aroma dulce de sus pétalos.

“Abrázame, quiero sentir tu cálido cuerpo temblar por la anticipación. La venida de la noche está próxima y podremos danzar en sobre tu sepulcro abierto. Abrázame y déjate besar, deja que mis labios muertos te roben tu último suspiro. Soy un pecador, soy el pecador que sega almas jóvenes. Mi apetito es voraz y deseo tu corazón entre mis dedos, para apretarlo mientras tu sangre se convierten en delicados pétalos de rosa.”

Susurró mostrando sus incisivos. Él sintió que un escalofrío, parecido al dedo de la muerte, recorría lentamente su columna vertebral. El mismo frío que notó como un impulso que lo arrojó entre aquellos firmes brazos.

“He renacido de entre las cenizas. He caminado firmemente entre las llamas del infierno. He vivido más de dos siglos alimentándome de recuerdos innecesarios. Hoy vuelvo a la vida a tu lado, tú volverás a ver el mundo con otros ojos. Acepta mi amor contaminado que yace en el pozo oscuro de mi alma.”

El joven sentía que su mente le estaba jugando una mala pasada, aquello no podía ser real. Era un sueño, o más bien una pesadilla.

“Soy un príncipe condenado y tú llevarás los eslabones más pesados de mi condena. Caerá sobre ti la pesada carga de mis pesadillas más profundas. Pero yo aliviaré tu carga en cada nuevo despertar en las tinieblas. Besaré tus manos y tu rostro, cubriré con telas caras tu cuerpo junto a joyas deslumbrantes y atraparé para ti los más deliciosos souvenirs de las calles de París, Londres, Madrid o Berlín.”

Notó como lo despojaba de sus ropas lentamente, como palpaba con sus manos gélidas su cuerpo y como sonreía satisfecho ante la vulnerabilidad que mostraba. Tan delicado, tan delicioso.

“No temas. No huyas. No tienes nada que perder y sí mucho que ganar. La inmortalidad abre sus puertas ante ti, entra en sus dominios y abrázala. Es una madre amorosa que te mecerá el resto de tus días.”

Sintió aquellos labios fríos sobre sus párpados, había cerrado los ojos intentando no pensar. Quería estar con él, su amor era lo suficientemente fuerte para soportar todo un calvario. Podía aceptarlo. Si bien, aún no podía creer que aquello era real. Las lágrimas se deslizaban sobre sus rosadas mejillas y terminó suspirando cerca de la boca de su amante.

“Ahora deja de llorar y bésame. Será tu último beso en esta vida.”

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