lunes, 10 de mayo de 2010

Gato

Me mecía de forma elegante por los tejados de aquellas calles retorcidas y enmarañadas, cruzadas unas con otras, sorteando cada obstáculo que se presentaba en mi recorrido. Mi sonrisa no se borraba, al igual que el dolor de mi alma.

Una máscara para la eterna y amable soledad.
Una máscara para la piedad falsa.
Una máscara para el dulce dolor de los corazones rotos.
Una máscara para todas las amables mentiras.
Una máscara...

Me mecía intentando escapar del temor, del rencor, del olvido y de todo lo que ocultaba tras mi piel. Mis ojos claros se clavaban en la luz de las farolas y, por supuesto, de la colosal luna llena que se mostraba más hermosa que nunca. Mi alma estaba entregada a ese juego de pasos, brincos y sentimientos.

Sentimientos de olvido desesperado.
Sentimientos de falso orgullo.
Sentimientos de rencor extremo.
Sentimientos para la verdad amarga.
Sentimientos...

Finalmente llegué junto a mis congéneres. Me senté junto a ellos contemplando la noche en aquella terraza. Todos sentados oramos por nuestra libertad, por la pasión de los bohemios y por las cenizas de nuestros antepasados. Congéneres y camaradas de penas y victorias. Señoriales aristócratas cedían su asiento a jóvenes alborotadores, supervivientes de callejones de mala muerte y bohemios de corazón.

Oración para los olvidados.
Cántico para aliviar las penas.
Golpes sinceros al alma.
Costuras remendadas a base de supervivencia.
Felinos...

Los gatos somos así. Aparentamos vivir en libertad sin ser conscientes de la familia, ruines y mezquinos es nuestro título más conocido... pero también somos pobres diablos que buscamos lo que tú... una porción de tierra a la que llamar hogar, una familia a la cual abrazar y un sentimiento del cual alejarnos en las noches de luna llena.

No hay comentarios: