-Te amo.-susurró el caballero tras bajar del equino, para ayudarla a bajar del animal.
-No te separes de mí.-dijo abrazándose a él, palpando su pecho.
Dos mundos en el confín del final del mundo conocido. Se amaban, se amaban fundiendo las tierras haciendo triunfar el amor sobre el odio derramado. Dos lenguas, dos raíces, dos injusticias en el nombre de un mismo Dios con distinto nombre.
Sus manos se entrelazaban, sus miradas se fusionaban, el mundo se paralizaba mientras aproximaban sus labios para fusionarse en un dulce beso. La fantasía se desplegaba como alfombra de flores, con mil colores cargados de ilusión. La esperanza es lo único que se pierde y él la perdería blandiendo su espada con tal de protegerla.
-No me iré.-dijo tomándola del rostro.-No importa tu sangre, tu religión o el odio de otros. Sólo importa que mi corazón late por ti, por ti mi princesa.-susurró tomándola de la cintura, abrazándola y haciéndole notar cuan desesperado estaba.
-Sólo importa el destino.-murmuró antes de dejarse besar por el hombre que había atrapado su alma.
Ellos no fueron los únicos, fueron cientos los que venidos a la tierra del sur del imperio encontraron como hacer surgir sus pasiones. Fraguaron el mestizaje sobre las tierras bañadas en rencor, batallas interminables y desesperación. Sobre los cadáveres de estúpidos ignorantes, de guerreros con firmeza en sus creencias que se quebraban antes de cruzar los cielos.
No hay muralla más alta que el odio, pero también es frágil y es fácil de derrumbar si se tiene fe. La fe en los sentimientos. Dejen que las fronteras se disipen. Dejen que el mestizaje bañe las tierras de Andalucía. Tierra de vid y olivos. Tierra de mar, montaña y desierto.
Besos en la Alhambra y sollozos por un reinado perdido, que en realidad sigue vivo. Sigue vivo en la sangre de tantos andaluces. Todos somos hijos de una tierra mestiza. Todos somos hijos de este mundo de injusticias y amor... hijos por igual de la luz y la noche.
Fenicios, celtas, griegos, romanos, árabes, visigodos... besaron tus tierras, se enamoraron de ti. Eres la princesa de las mil formas. Tus calles hablan mientras se bañan de la luz de un cielo azul primaveral. Las calles cargadas de aromas de flores de multitud de colores, el canto lejano de la plazuela con su frente fresca y las risas de los niños que llevan en sus sangre el legado de cientos de miles de papiros donde rezan los secretos de las pasiones ocultas.
Ninguna batalla puede borrar la grandeza del mestizaje...
-No te separes de mí.-dijo abrazándose a él, palpando su pecho.
Dos mundos en el confín del final del mundo conocido. Se amaban, se amaban fundiendo las tierras haciendo triunfar el amor sobre el odio derramado. Dos lenguas, dos raíces, dos injusticias en el nombre de un mismo Dios con distinto nombre.
Sus manos se entrelazaban, sus miradas se fusionaban, el mundo se paralizaba mientras aproximaban sus labios para fusionarse en un dulce beso. La fantasía se desplegaba como alfombra de flores, con mil colores cargados de ilusión. La esperanza es lo único que se pierde y él la perdería blandiendo su espada con tal de protegerla.
-No me iré.-dijo tomándola del rostro.-No importa tu sangre, tu religión o el odio de otros. Sólo importa que mi corazón late por ti, por ti mi princesa.-susurró tomándola de la cintura, abrazándola y haciéndole notar cuan desesperado estaba.
-Sólo importa el destino.-murmuró antes de dejarse besar por el hombre que había atrapado su alma.
Ellos no fueron los únicos, fueron cientos los que venidos a la tierra del sur del imperio encontraron como hacer surgir sus pasiones. Fraguaron el mestizaje sobre las tierras bañadas en rencor, batallas interminables y desesperación. Sobre los cadáveres de estúpidos ignorantes, de guerreros con firmeza en sus creencias que se quebraban antes de cruzar los cielos.
No hay muralla más alta que el odio, pero también es frágil y es fácil de derrumbar si se tiene fe. La fe en los sentimientos. Dejen que las fronteras se disipen. Dejen que el mestizaje bañe las tierras de Andalucía. Tierra de vid y olivos. Tierra de mar, montaña y desierto.
Besos en la Alhambra y sollozos por un reinado perdido, que en realidad sigue vivo. Sigue vivo en la sangre de tantos andaluces. Todos somos hijos de una tierra mestiza. Todos somos hijos de este mundo de injusticias y amor... hijos por igual de la luz y la noche.
Fenicios, celtas, griegos, romanos, árabes, visigodos... besaron tus tierras, se enamoraron de ti. Eres la princesa de las mil formas. Tus calles hablan mientras se bañan de la luz de un cielo azul primaveral. Las calles cargadas de aromas de flores de multitud de colores, el canto lejano de la plazuela con su frente fresca y las risas de los niños que llevan en sus sangre el legado de cientos de miles de papiros donde rezan los secretos de las pasiones ocultas.
Ninguna batalla puede borrar la grandeza del mestizaje...
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