Abrigado por la soledad y el silencio me encuentro, yazco sin vida aparente en mi hermoso lecho. Mi aspecto es calmo, a pesar que mis terribles sueños son agitados.
De nuevo estoy corriendo entre la nieve de la estepa, sorteando los altos abetos que sobreviven gracias a su fortaleza. A lo lejos los lobos aullando, clamando su territorio, y el poblado en llamas. Puedo sentir aún el calor cerca de mi cuerpo, de mis cabellos, de mi ropa. Siento las llamas, al igual que el miedo y desesperación de cada uno de los corazones que allí habitaban. Mis enemigos corrían al galope, sus lobos asechaban los cuerpos maltrechos de algunos aldeanos que a penas tenían cinco o seis años.
Aterrado y medio muerto te encuentro. Eras un joven de no más de veinte años con el cuerpo rasguñado por las fuertes mandíbulas de los licántropos que te perseguían. Me quedé parado recordando mi propia condena, alcé mis ojos claros a ese cielo devastador que parecía el fin de los siglos. Entonces los escuché, escuché los cascos de los caballos hundiéndose en la nieve y las risotadas de los que son como yo... vampiros... indicando a sus lobos que me atacaran. Nadie sabe quién soy realmente... ¿y yo? Yo no sé quién soy si damos unos cuantos pasos hacia atrás en el tiempo, justo antes del primer despertar.
-¡A él!-escuché bramar y me alcé en los aires. Pocos somos los dotados que logramos alzarnos en los cielos.-¡Qué demonios! ¡Huid! ¡Es un anciano! ¡Huid! ¡Huid! ¡Retirada!
Bajé los párpados y aspiré aire, sonreí de forma tétrica y uno a uno comenzaron a ser pequeñas antorchas que iban consumiéndose al igual que sus cuerpos. Los licántropos corrían esperando que el bosque les diera refugio, pero sus negros y palpitantes corazones les delataba. Caí sobre varios bebiendo su sangre, arrancando su piel a tiras para luego convertirlos en adornos en mi guarida.
-Mátame.-balbuceaste.-Apiádate.
-No, Philippe.-susurré tomando tu cuerpo entre mis brazos, cubriéndote con mi capa.-Te daré algo mejor... muchacho.
Desde aquellas dentelladas cada noche te conviertes en bestia y salimos a la caza. Yo soy Elliot, el rey de las tinieblas. Yo soy el dueño del destino, llevo el cetro. Mi nombre es un invento, mi pasado desconocido, pero nuestro futuro es brillante. Líder de una de las facciones de vampiros... aquellos que cazan a sus semejantes y a humanos moribundos. El orgullo de las sombras.
Despierto abriendo mis enormes orbes azuladas encontrándote en tu forma animal. Sonríes mostrando tu porte elegante, tu blancura invernal, y ruegas mi compañía. Tienes tantas cosas que contarme... mi amado y único amigo.
De nuevo estoy corriendo entre la nieve de la estepa, sorteando los altos abetos que sobreviven gracias a su fortaleza. A lo lejos los lobos aullando, clamando su territorio, y el poblado en llamas. Puedo sentir aún el calor cerca de mi cuerpo, de mis cabellos, de mi ropa. Siento las llamas, al igual que el miedo y desesperación de cada uno de los corazones que allí habitaban. Mis enemigos corrían al galope, sus lobos asechaban los cuerpos maltrechos de algunos aldeanos que a penas tenían cinco o seis años.
Aterrado y medio muerto te encuentro. Eras un joven de no más de veinte años con el cuerpo rasguñado por las fuertes mandíbulas de los licántropos que te perseguían. Me quedé parado recordando mi propia condena, alcé mis ojos claros a ese cielo devastador que parecía el fin de los siglos. Entonces los escuché, escuché los cascos de los caballos hundiéndose en la nieve y las risotadas de los que son como yo... vampiros... indicando a sus lobos que me atacaran. Nadie sabe quién soy realmente... ¿y yo? Yo no sé quién soy si damos unos cuantos pasos hacia atrás en el tiempo, justo antes del primer despertar.
-¡A él!-escuché bramar y me alcé en los aires. Pocos somos los dotados que logramos alzarnos en los cielos.-¡Qué demonios! ¡Huid! ¡Es un anciano! ¡Huid! ¡Huid! ¡Retirada!
Bajé los párpados y aspiré aire, sonreí de forma tétrica y uno a uno comenzaron a ser pequeñas antorchas que iban consumiéndose al igual que sus cuerpos. Los licántropos corrían esperando que el bosque les diera refugio, pero sus negros y palpitantes corazones les delataba. Caí sobre varios bebiendo su sangre, arrancando su piel a tiras para luego convertirlos en adornos en mi guarida.
-Mátame.-balbuceaste.-Apiádate.
-No, Philippe.-susurré tomando tu cuerpo entre mis brazos, cubriéndote con mi capa.-Te daré algo mejor... muchacho.
Desde aquellas dentelladas cada noche te conviertes en bestia y salimos a la caza. Yo soy Elliot, el rey de las tinieblas. Yo soy el dueño del destino, llevo el cetro. Mi nombre es un invento, mi pasado desconocido, pero nuestro futuro es brillante. Líder de una de las facciones de vampiros... aquellos que cazan a sus semejantes y a humanos moribundos. El orgullo de las sombras.
Despierto abriendo mis enormes orbes azuladas encontrándote en tu forma animal. Sonríes mostrando tu porte elegante, tu blancura invernal, y ruegas mi compañía. Tienes tantas cosas que contarme... mi amado y único amigo.
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