martes, 4 de mayo de 2010

Viva las Vegas

Era un motel de carretera de esos que están destartalados con un luminoso que lleva brillando décadas, un motel en el cual las sábanas están siempre revueltas y escuchas la pasión de los amantes rondando el lugar. Era una zona de descanso, apropiada o no, para mí. El lugar donde iba a poder tomar una ducha ligera y tal vez dormir unas horas.

Un largo viaje por el desierto de California. Un extenso recorrido por aquellas serpientes de asfalto, bajo un calor intenso. Iba directo a las Vegas, la ciudad que nunca duerme y siempre está iluminada. Era mi sueño. Quería viajar hacia allí y dejar mi alma sobre las aceras cayendo frente a un casino. Mi fantasía, la fantasía de muchos jóvenes, también de amantes fugados para poder contraer matrimonio en sus múltiples locales de boda. Ya podía escuchar el sonido de las máquinas una y otra vez, esas endemoniadas campanillas que parecían anunciar el fin de los tiempos o el inicio de una nueva vida.

Creo que me enamoré de las Vegas cuando era tan sólo un chiquillo. En la radico comenzó a sonar una canción que jamás dejó de envenenar mi alma. Un lugar de luz, oscuridad, sueños, infiernos y cielos de rock.

Llegué al motel con una sonrisa, ya a penas quedaba un par de días en carretera. Ya nada podía arrebatarme el sueño de las Vegas. El sueño que todo idiota posee. El sueño de encontrar el amor y la suerte en el mundo del lujo y la excentricidad.

Dejé a un lado mi guitarra y me tiré sobre aquellas sábanas que apestaban a lejía. Ni siquiera fui a la ducha. Finalmente tan sólo me quedé dormido, demasiadas emociones para un imbécil que vive más tiempo en el mundo de los deseos que en la realidad.

En un abrir y cerrar de ojos me vi en las Vegas, vestía un traje propio de un rey del rock y me movía por el escenario. Buscaba el calor del público, la excitación de una apuesta, y la belleza de unos ojos que me contemplaran de forma distinta. Podía sentir fuego en mi interior, luz cegadora allá donde podía observar, y paz.

-Lady luck please let the dice stay hot.-

Era el trozo de la canción en el cual me encontraba tarareando en el escenario, cuando mi fortuna cambió, un disparo en seco en el pecho y mi traje blanco se tiñó de ojo. Caí de rodillas frente a todos, nadie hizo nada salvo aplaudir mi actuación o tal vez la de mi asesino.

-¡Larga vida al Rey!-escuché en un tono jocoso a uno de tantos que allí se encontraba, después fue secundado por vítores y aplausos.

Desperté empapado en sudor y conectado a un respirador. Mis contantes vitales descendían. Jamás había cruzado el desierto, jamás había logrado estar cerca de las Vegas ni había dormido en aquella cama de motel barato. Como cada día desde hacía veinte años me mantenía aferrado a la vida por medio de cables. El sol aparecía tras los pequeños agujeros de la persiana, sonreí recordando el accidente de moto y finalmente dejé que mi cuerpo descansara para que mi alma fuera a encontrarse con las Vegas.

No hay comentarios: