miércoles, 2 de junio de 2010

coleccionista de corazones

Cada día erala misma rutina, mentiras y medias verdades. Jamás pensé que dejaría ese círculo vicioso porque pensaba que no me importabas tanto. Al final me percaté que eras mi droga, la droga que me hacía evadirme y alcanzar los cielos llegando hasta la puerta del paraíso. Podía sentir la calma junto al latido de tu corazón. Era demasiado perfecto en su imperfección.

Tu piel junto a la mía, en esas camas de hoteles cutres, se hacía el mejor cobijo a la realidad. Te amaba y pensaba que sólo e a fascinación, por el día que no acudiste a nuestra cita, ese día donde sólo dejaste una nota, me dio que pensar.

“Te dejo. No puedo jugar más al ratón y al gato. Me asfixia y me duele esta sensación. Estás prometido a esa ilusa, tan ilusa como yo. Me usas como un pañuelo desechable de marca barata. Sólo quieres alejarte del estrés del despacho pidiéndome que te haga de todo, cosas que jamás dejé que me hiciera nadie y lo has hecho tú provocando que incluso me fascine. No. no voy a volver aunque me lo pidas de rodillas, sé que canallas sin alma como tú no tienen remedio y sois unos inconscientes que van rompiendo corazones. ¿Coleccionas corazones rotos como medallas de guerra?

He llegado a ilusionarme tantas veces y has venido sólo con la idea de abrirme de piernas. Sé que me quieres, sí... tirado como una piltrafa en la cama después de darte mi alma. Eres un ladrón de almas. Me has robado la mía. Pero sé que lejos de ti la podré recuperar. No trates de buscarme, aunque supongo que no lo harás porque tu orgullo de gusano despreciable es superior a rebajarte por migajas. Hazle un favor al mundo y piérdete, o púdrete en un ataúd.

Pero antes de irme, de largarme de esta ciudad que me viene pequeña, te diré que no soy la puta de nadie y menos la de un chupatintas como tú.

Has ido y has venido a tu antojo. Te pusiste muy meloso días antes de entregarte a esa idiota, me decías que era único y seguro que le dices lo mismo a esa y a todos. ¡No! No voy a volver a repetir todas tus mentiras porque usaría demasiado papel y tú no te mereces ni medio folio. Sólo quédate con lo siguiente:

¡Que te jodan! ¡Soy yo quien te abandona y no tú!”

¿Qué hice? Al leer esa carta todo mi mundo se desmoronó como si fuera un castillo de naipes. Tenía la mano jugadora, pero la eché a perder por un mal palpito. Fui un estúpido, un canalla, un gusano, un imbécil sin perdón y sin embargo comencé a llorar. Lloraba por todo, menos por mi orgullo. Creo que mi orgullo me lo tragué nada más leer tanta verdad acumulada.

¿Ahora? Ahora fumo el doble, bebo demasiado, me han echado de mi empleo y no paro de buscarlo de ciudad en ciudad. No paro de buscar que me perdone y vuelva a mi lado. Ya no me casaré con ella, porque no quiere un perdedor a su lado. Era el mejor ganador de todos, tenía la suerte de mi lado y dejé que se marchara. Sin él la vida no tiene sentido... y eso da miedo y dolor a la vez.

No hay comentarios: