-Taciturna presencia de las calles de París, rosa que no marchita, espía de las noches, señor de lo oculto y dueño del destino sangrante. Eso era, nada más y nada menos eso era. Un vampiro, un muerto que vive succionando la vida de otros. Un ser maligno, un demonio, un rufián y a la vez un hermoso ángel ante aquellos que se creen sus iguales.-movió los leños de la chimenea e hizo que saltara una chispa. Sus ojos se abrieron antes de sonreír dulcemente, aunque su rostro estaba oculto por una enorme capa oscura. No quería descubrirse, se sentía tal vez inseguro aquel extraño en la taberna.-Fiestas de palacio en las cuales lucía su piel de porcelana, sus pupilas azules y sus cabellos dorados como el trigo. Y danzaba, y reía, y hacía creer que bebía y comía. Un gran actor disfrutando de una obra eterna, de un mundo decadente y a la vez hermoso. Así era su vida.
-¿Y como sabe vos que era un vampiro?-preguntó el hijo del tabernero de tan sólo diez años.
-Porque jamás envejeció, porque lo seguí durante años y nunca vi síntoma de enfermedad en él.-murmuró.
-Eso es sólo circunstancial, no creo que haya podido averiguarlo. Los vampiros son leyendas, hoy en día sólo son leyendas. Estamos atrapados por una nevada, por eso estamos sin luz y con el fuego. Es estúpido creer en ello, estúpido creer que aún vaga por estas tierras buscando ¿qué? ¿víctimas? Es un infierno de nieve y ahí fuera como mucho hay fieras salvajes.-exploté, escuchar tanta mentira era superior a mí.
Se hizo un silencio intenso, pero podía notar que él seguía sonriendo clavando sus ojos en mí. La puerta finalmente se abrió, era el equipo de rescate y los clientes pudimos ser atendidos para ser llevados a otras casas del pueblo. Él se quedó, quería hospedarse en las pequeñas habitaciones superiores de la taberna.
Debí sentirlo, al menos notar que él contaba la historia tan vivamente que hacía sentir su aliento en el cuello y todas las sensaciones. Al llegar a casa sentí mi cuerpo pesado y un sueño extraño hurgaba en mi mente. Desperté en medio de la noche empapado en sudor, como si tuviera fiebre, y él estaba allí sentado observándome. Ya no llevaba la capucha ocultando sus cabellos dorados y ojos azules...
Desde ese día yo camino junto a él y le llamo Maestro.
-¿Y como sabe vos que era un vampiro?-preguntó el hijo del tabernero de tan sólo diez años.
-Porque jamás envejeció, porque lo seguí durante años y nunca vi síntoma de enfermedad en él.-murmuró.
-Eso es sólo circunstancial, no creo que haya podido averiguarlo. Los vampiros son leyendas, hoy en día sólo son leyendas. Estamos atrapados por una nevada, por eso estamos sin luz y con el fuego. Es estúpido creer en ello, estúpido creer que aún vaga por estas tierras buscando ¿qué? ¿víctimas? Es un infierno de nieve y ahí fuera como mucho hay fieras salvajes.-exploté, escuchar tanta mentira era superior a mí.
Se hizo un silencio intenso, pero podía notar que él seguía sonriendo clavando sus ojos en mí. La puerta finalmente se abrió, era el equipo de rescate y los clientes pudimos ser atendidos para ser llevados a otras casas del pueblo. Él se quedó, quería hospedarse en las pequeñas habitaciones superiores de la taberna.
Debí sentirlo, al menos notar que él contaba la historia tan vivamente que hacía sentir su aliento en el cuello y todas las sensaciones. Al llegar a casa sentí mi cuerpo pesado y un sueño extraño hurgaba en mi mente. Desperté en medio de la noche empapado en sudor, como si tuviera fiebre, y él estaba allí sentado observándome. Ya no llevaba la capucha ocultando sus cabellos dorados y ojos azules...
Desde ese día yo camino junto a él y le llamo Maestro.
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