martes, 13 de julio de 2010

El perfume

El hueco que dejaste en mi cama aún parece rezumar tu perfume. Estoy bañado en dolor y desesperanza. Ya no tengo fuerzas para afrontar mi vida, ya no poseo el encanto y aquel magnetismo. Todo se ha desvanecido en la neblina, como si aquel hermoso cuento de hadas jamás hubiera existido y sólo hubiera sido un invento en mi memoria.

En las noches miro a las estrellas, esas que tanto amabas y de las cuales sabías sus nombres, buscándote. Mis pensamientos los dominas con firmeza, los acaparas de una forma intensa que me asfixia.

Siento tu muerte como la mía propia. Como si la eternidad fuera mi castigo por no haberte protegido. Tal vez es lo que merezco, pero aún así deseo unos instantes de paz para mi alma. Sé que es imposible que renazca de tus cenizas, si bien días antes del aniversario de tu muerte te siento tan cerca como en aquellas dulces primaveras parisinas.

Quiero que esta noche aceptes ser mi pareja de baile, que dejes que mi alma al fin se una con la tuya en este hermoso eclipse lunar. Deseo volver contigo para dejar de ser un pecador, para que tú absuelvas mis pecados. Por ello porto entre mis manos el mismo puñal con el cual te arrebataron de mi lado. Lo enterraré en mi compungido corazón y dejaré que la dama de la muerte cumpla su cometido.

Mi ángel, allá donde estés... espérame... apareceré sin caballo ni ejercito... seré un príncipe sin reino buscando la paz junto a ti.

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