No digas nada.

Besaré tus ojos, antes de marcharme sin despedirme.
Dejaré que sueñes con que me quedaré para siempre.
Porque las despedidas son demasiado amargas,
como dagas que perforan incansablemente nuestra alma.

No quiero dejarte, pero mi momento ha llegado.
No digas nada, porque no hace falta.
He prometido no llorar y tú sonreír a pesar de tus lágrimas.
Nos veremos, quizás en otro cielo mucho más apetecible.

Volaremos más allá de las nubes, quizás hasta la luna.
Descubriremos sentimientos escondidos en Galaxias lejanas.
Te abrazaré como si fuera la primera vez, me presentaré con otro nombre.
Pero hoy este cuervo debe partir, hacia el mundo de “Nunca más”

Poesía amarga, como la melaza hecha con hiel, sin rima
creada con los ventrículos de un corazón mal dibujado.
Nos encontraremos en los amaneceres rojos,
como tu sangre y la mía... como único destino.

Besos en las almohadas, donde abandonaste las lágrimas.
Piensa que soy un sueño que jamás tuviste...
y sé feliz, sé feliz sin este extraño que una vez amaste.
Viejos recuerdos, eso seré...