Soy la sonrisa helada del vampiro...
soy el dolor, soy la miseria,
soy la muerte en su más pura esencia...
Demonios que caminan entre hombres,
hombres que se creen demonios perfumados de mentiras.
Yo vine al mundo para contemplarte,
como se contemplan a las estrellas fugaces...
de paso, pidiendo un deseo y perdiendo el aliento.
Tú viniste al mundo para no comprenderme,
como no se comprende a los poetas muertos...
ni a los fanáticos que aún hoy recitan sus versos.
Hada de las mil mentiras, ángel de las verdades inocuas.
He venido para ofrecerte mi Babilonia de pergaminos,
esa que está hecha con la tinta azul de mi sangre.
Soy un rey sin paraíso, una flor sin lazo y un hombre sin labios.
Soy ese que muere por un suspiro de tus manos.
Las mariposas de ojos tristes nos están mirando,
fallecen con un puñal enterrado en sus pechos...
¿Quién fue? Fue el rabioso invierno que vino a buscarlas,
la primavera lo abandonó y no quiere ver a sus hijas vivas.
Así es nuestro amor, como una canción triste sobre muerte y decadencia.
Soy la sonrisa helada de aquel difunto...
soy el ángel de la muerte, soy el cólera,
soy la personificación de una lágrima en soledad y a oscuras.
Ángeles que caminan entre monstruos,
monstruos que se creen con derecho de ser ángeles perfumados de azafrán.
Mírame como me mirabas antes, como si no me vieras.
A veces he pensado que eras la ciega que mejor miraba,
porque tus ojos veían sólo los colores de las sonrisas falsas...
de esos hombres que se creen demonios y de esos ángeles sin alma.
Porque así he vivido, a expensas de una mirada que no se producía.
Y aún te quiero, ¿eso es patético o romántico?
Jamás lo tuve claro, ni siquiera cuando besaba a otras.
Estoy enamorado de ti, no puedo olvidarte y quiero estrecharte un rato más.
¿Cuánto me cobras por un abrazo sincero? Por favor, lo necesito.
Y aún te quiero, tan patético y tan real... que duele.
soy el dolor, soy la miseria,
soy la muerte en su más pura esencia...
Demonios que caminan entre hombres,
hombres que se creen demonios perfumados de mentiras.
Yo vine al mundo para contemplarte,
como se contemplan a las estrellas fugaces...
de paso, pidiendo un deseo y perdiendo el aliento.
Tú viniste al mundo para no comprenderme,
como no se comprende a los poetas muertos...
ni a los fanáticos que aún hoy recitan sus versos.
Hada de las mil mentiras, ángel de las verdades inocuas.
He venido para ofrecerte mi Babilonia de pergaminos,
esa que está hecha con la tinta azul de mi sangre.
Soy un rey sin paraíso, una flor sin lazo y un hombre sin labios.
Soy ese que muere por un suspiro de tus manos.
Las mariposas de ojos tristes nos están mirando,
fallecen con un puñal enterrado en sus pechos...
¿Quién fue? Fue el rabioso invierno que vino a buscarlas,
la primavera lo abandonó y no quiere ver a sus hijas vivas.
Así es nuestro amor, como una canción triste sobre muerte y decadencia.
Soy la sonrisa helada de aquel difunto...
soy el ángel de la muerte, soy el cólera,
soy la personificación de una lágrima en soledad y a oscuras.
Ángeles que caminan entre monstruos,
monstruos que se creen con derecho de ser ángeles perfumados de azafrán.
Mírame como me mirabas antes, como si no me vieras.
A veces he pensado que eras la ciega que mejor miraba,
porque tus ojos veían sólo los colores de las sonrisas falsas...
de esos hombres que se creen demonios y de esos ángeles sin alma.
Porque así he vivido, a expensas de una mirada que no se producía.
Y aún te quiero, ¿eso es patético o romántico?
Jamás lo tuve claro, ni siquiera cuando besaba a otras.
Estoy enamorado de ti, no puedo olvidarte y quiero estrecharte un rato más.
¿Cuánto me cobras por un abrazo sincero? Por favor, lo necesito.
Y aún te quiero, tan patético y tan real... que duele.
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