lunes, 14 de noviembre de 2011

Amor

Palpé tus labios de fuego,
para sentir al fin su calor.
Palpé como si fuera un juego,
uno de esos directos al corazón.

Estreché en sueños tu cuerpo,
y se convirtió en polvo de estrellas.
Aunque no sé si será cierto
contemplo al cielo buscándote, luciérnaga.

En los pastos de mi vergel
yo te aguardo como siempre.
Posees pétalos de margaritas por piel,
y tus labios son eterna rosa viviente.

No te dejaré escapar, no seré estúpido.
Pero te dejaré la libertad por si quieres irte,
porque no soy nadie para retenerte.
Eres lo único bueno que ha hecho Cupido.

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