Moviste la copa hasta que la derramaste,
tu vida entonces quedó manchada.
Te convertiste en aquel aciago ángel
a la espera de destrozar una nueva alma.
Bebiste del cáliz del pecado,
la sangre de cristo rey envenenada
y soportaste como pudiste el mal trago.
Recuerdo tu sonrisa fúnebre y tu mirada de hielo.
Dejaste que la hiedra venenosa te alcanzara,
que recorriera tus venas y aplastara tus sueños.
Olvidaste quién eras y el orgullo que sentías,
por supuesto olvidaste todo, incluso tus poesías.
Dejaste que el sufrimiento te llenara,
y que vaciara a la vez el relleno de tu corazón.
No te conmovías ni un ápice ante aquello,
no importaba ya que prendieran fuego.
Ardieron todos tus sentimientos,
como si fuera un papel mojado por tus lágrimas.
Se quedaste ciego, frío e inmóvil
mientras exhalabas tu último suspiro.
Ahora eres piedra, mármol de gran calidad,
pareces llorar rogando a los cielos tu destino
mientras a tus pies hay una lápida con tu nombre.
“Aquí yace, el ángel que fue hombre”
tu vida entonces quedó manchada.
Te convertiste en aquel aciago ángel
a la espera de destrozar una nueva alma.
Bebiste del cáliz del pecado,
la sangre de cristo rey envenenada
y soportaste como pudiste el mal trago.
Recuerdo tu sonrisa fúnebre y tu mirada de hielo.
Dejaste que la hiedra venenosa te alcanzara,
que recorriera tus venas y aplastara tus sueños.
Olvidaste quién eras y el orgullo que sentías,
por supuesto olvidaste todo, incluso tus poesías.
Dejaste que el sufrimiento te llenara,
y que vaciara a la vez el relleno de tu corazón.
No te conmovías ni un ápice ante aquello,
no importaba ya que prendieran fuego.
Ardieron todos tus sentimientos,
como si fuera un papel mojado por tus lágrimas.
Se quedaste ciego, frío e inmóvil
mientras exhalabas tu último suspiro.
Ahora eres piedra, mármol de gran calidad,
pareces llorar rogando a los cielos tu destino
mientras a tus pies hay una lápida con tu nombre.
“Aquí yace, el ángel que fue hombre”
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