domingo, 27 de noviembre de 2011

Malditos

Abrí los ojos encontrándome en un lugar extraño como extraordinario. Las flores parecían edificios de más de diez pisos, todas cargadas de rocío y aromas increíbles, fragancias que te hacían delirar y emocionarte con sólo respirar profundamente. Bajo mi cuerpo podía sentir la hierba recién cortada, así como su frescor y la sensación de libertad que en mí liberaba. No podía creer todo aquello, era como si hubiera encogido.

Las notas musicales de un pájaro cantor se convirtieron en nubes, las cuales avecinaban lluvia. Pronto pude presenciar una bandada de golondrinas huyendo de las primeras gotas, mientras los árboles gigantescos movían sus ramas al son del viento. No muy lejos, en el lago cercano, los juncos se movían como desquiciados bailarines. El sonido que provocaba todo aquello era como el de la sinfonía de la naturaleza, así se podía definir.

Cerré los ojos para sentir las gotas de lluvia empaparme, calarme hasta los huesos, y refrescar mi agitado corazón. Cuando los abrí me encontré en este cementerio que llamamos Tierra. El jardín había desaparecido bajo capas de cemento, polución y ansias de conquistar el mundo para desolar todo en nombre de la codicia.

¿Qué estamos haciendo con el mundo? ¿Por qué no lo paramos? ¿Qué nos mueve a la destrucción? ¿Por qué no se hace nada? ¿Dónde está nuestro espíritu de supervivencia? Vamos a morir todos seducidos por la comodidad absurda de la jungla de asfalto.

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