Soy escritor. 
Siempre que digo “Soy escritor” siento como cientos de ojos me señalan, me miran ansiosos y buscan en mí cualquier detalle, por mínimo que sea, para contradecirme y soltarme “Tú eres un pintamonas, un tonto a las tres que se cree poeta”. Noto que estoy en el punto de mira de cientos de balas, y tengo que escibar todas o el el letrero de “Game Over” cae sobre mí aplastándome. 
Cuando he esquivado cada mirada, por supuesto sintiendo ya miles de puñaladas y risotadas a mi orgullo, viene la pregunta clave que todos me hacen como si fuera la primera vez. Sí, una pregunta que viene seguida de una confesión tal vez taciturna, bajo un toldo de mercería mientras me refugio de un aguacero, o quizás en una parada de autobús imaginaria. Es una pregunta que a nadie se le pasa por alto, una de esas que debo ser concienzudo y exacto o te toman por muy extraño. 
¿Escritor de qué? ¿Escribes poemas cursis? ¿Novelas de esas de vampiros luminiscentes? ¿Qué escribes? ¿Qué es lo que escribes? ¿Cuál es tu género? ¿Estás anclado a un género? ¿Novelas o Ensayos? ¿Escribes guiones para la televisión? ¿Qué es lo que escribes? Dime, por favor, dime... 
Da igual si son exactas esas palabras, pero lo que buscan es algo concreto. No entienden que un escritor puede dedicarse a varios géneros en una misma novela, olvidan por completo que existen otros géneros, y que la poesía puede llegar a revolucionar a cientos de almas más allá de un “Te quiero”. Olvidan todo, se centran en lo común, dejando atrás que cada escritor es distinto y por lo tanto nada común. Somos mundos extraños, creo que incluso universos. Somos raros en la mayoría, muchos son huraños o solitarios por culpa de la sociedad convulsa que nos aplasta. Sí, somos el tio raro que examina como caminas para añadírselo quizás a su próximo asesino. 
¿Mi respuesta? “De todo”
Cuando dices de todo te miran con cara de estupefacto, esa parecida a cuando metes los dedos en el interruptor de la luz y te electrocutas. No conciben que puedes escribir sobre cualquier cosa, sin centrarte en una sola porque tu alma es diversa, como un supermercado, y vas eligiendo condimentos. No comes siempre lo mismo, no respiras siempre el mismo aire, por lo tanto no tienes porque forzarte a ejercer el mismo género siempre. Es cierto que existe la mezcla de géneros, que a veces revives personajes que has matado y le das otro nombre. Sí, existe el reciclaje y la mezcla, porque tal vez es lo que más te caracteriza y aunque sean otros mundos, sean cuales sean y donde sean, son tuyos. 
Yo escribo ensayo, poemas usuales, poemas bélicos, canciones cargadas de fantasía como si me hubiera drogado, novela corta, novelas que son tan extensas que ni en un mes acabas el libro, textos cortos con ritmo de poesía y poemas sin rima...
¿Y como son los finales de tus obras? ¿Son bonitos? ¿Son feos?
¿Hay finales feos? ¿Tienen cara? ¿Cómo se hace eso? ¿Se toma el último folio y se le califica ante un jurado? Que yo sepa todos los finales acaban con un FIN. Mis finales son amargos, no son ni dulces ni demasiado salados. Busco el equilibrio perfecto parecido a la vida, por muy fantástico que sea. Mis personajes son todos humanos, tienen calidez, aunque sean mitad león o quizás vampiros tan oscuros y crueles como seductores. Intento ser coherente con las leyendas y con aquellas mínimas reglas que yo me impongo por necesidad, para no acabar creando absurdos. 
Otra pregunta usual es ¿Tienes un premio? ¿Has publicado?
Es cierto que todos queremos ser recompensados, sentirnos halagados, y que digan que somos genios. Pero, seamos sinceros. La fama dura muy poco a veces, tal vez no dura nada, y es mejor tener la recompensa de ser leído por unos pocos y que estos pocos sientan la calidez de tus personajes, que cuando besan o se emborrachan sean ellos... por eso escribo en primera persona, porque quiero que el lector se sienta protagonista de la obra y sea una obra viva. Yo necesito que el lector ría y llore, porque eso que va a leer es parte mío y representa parte de mi alma... y les recuerdo que todos reímos y lloramos. 
Por último, sólo les recuerdo algo que a veces olvidan... no nos culpen de la muerte de un personaje, puesto que cuando escribimos sobre su dolor o su tragedia... NOSOTROS lloramos más que ustedes, son nuestros hijos e incluso los amamos cuando son unos verdaderos desgraciados.
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