Dolor, oscuridad y voces que explotaban 
en una sinfonía de asfixiante horror.
Los ángeles lloran sangre junto a los demonios, 
desamparados y carentes de amor. 
En la Tierra desértica de gélidos sollozos 
cantan mariposas muertas que anidaron 
en los corazones de aquellos que vivieron 
de la fantasía oscura de tus negros ojos. 
La bondad reprimida junto a la libertad, 
ambas en un edén ajusticiadas por la vida, 
mientras llevan rosas a los sueños fallidos 
y a las esperanzas que no llegaron a nacer. 
Las estériles tierras que fecundaron la muerte, 
la cual ronda las calles grisáceas de cualquier ciudad, 
tiene un nuevo hijo bastardo de humilde nombre, Desidia. 
El ser humano yace ebrio celebrando viejas batallas. 
Los ángeles rezan junto a sus hermanos del averno, 
rezan por un final justo al cual unirse finalmente. 
Dios ha dejado el tablero cansado de desprecios, 
y Lucifer suspira porque no encuentra soluciones. 
El mundo se diluye por las alcantarillas, 
el fin de una era apocaliptica aplasta la esperanza 
y la humildad es un cuento que ya no se lee, 
mientras la verdad cae en un suicidio barato. 
Hemos muerto y seguimos respirando por inercia, 
pero nuestras almas han sucumbido por completo 
y yacen en las mullidas camas del convencionalismo 
y las sábanas ásperas de hipocresía barata.
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