lunes, 5 de diciembre de 2011

A ti hada de noches tristes

Buscabas volar y dejaste que te arrancaran las alas,
las mismas que te ofrezco con fría ternura.
Mis ojos penetran hasta el fondo de tu alma
y mis labios rozan tus rotas muñecas.
Pequeña, hoy vine a liberar tu mirada amarga.

Te rodeo tiernamente sin pretender ser príncipe.
Sólo soy el ángel de la muerte,
el mismo que baila en tus fantasías.
¡Desconoces que deseo besar tus blancas mejillas!
Abre tus brazos y acepta mis negras plumas.

En los jardines mudos donde sollozas
he podido sentir tus lágrimas salpicando
más allá de mi túnica oscura como nuestros corazones.
Sé que somos dos huérfanos de la felicidad,
por ello creo que deberíamos bailar juntos.

¡Oh mi hada! Mi dulce ninfa de labios tiernos
eres la brisa que agita mi desigual flequillo,
la misma que me hizo resucitar por fin
y alejarme del mármol frío de mi realidad.
En esta noche dancemos, por favor mi hada.

Tu trino del diablo es una súplica
y sé que ella dejas lo poco que queda.
No te dejes abandonar mi dulce muchacha,
tú serás la dama y yo el noble caballero.
Te prometo poner a tu servicio mi lealtad, mi orgullo.


Te amo, mi frágil violinista de amargos ojos negros.

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