domingo, 12 de febrero de 2012

Confesiones de un cabrón

Confesarte mi amor sería demasiado duro, ya que no lo creerías y ni yo puedo convencerme de la certeza de mis palabras. Tantos años, décadas más bien, ocultándolo para luego quedar vendido por una de tus lágrimas. Una única lágrima provoca cientos de sentimientos que surgen como mareas intempestivas, las cuales golpean la barcaza de mi orgullo hasta hacerla zozobrar.

Maldigo tu belleza, tus dulces palabras y la amargura de tu alma. Maldito mi estupidez, mi egocentrismo y mi vileza. Maldigo todo porque todo es lo que me recuerda a ti. No hay paso que de que no estés ahí golpeando a la puerta de mis recuerdos, enfrentándote a mis silencios y mis risas de bufón barato. Soy el mendigo que se convirtió en príncipe y que no puede aceptar que te desea con desesperación. Un idiota redomado que se calla cuanto siente y que grita indiferencia cuando muere por tus lágrimas. ¿Qué me has hecho? ¡Dímelo! Yo antes no era así, antes era un idiota que sólo se preocupaba por sus idioteces y no por extrañar el calor de tu cuerpo.

No me arrodillaré ante ti, tampoco besaré tus manos sollozando tu atención y ni mucho menos confesaré mil veces que te amo si no es con una brizna de malicia. No puedo quedar desnudo, tan desarmado que no pueda defenderme ante tus dudas. Así que aquí me tienes como príncipe, villano y salvador, esperando que aparezcas frente a mí para gritarte indiferencia y silenciar estúpidos versos de amor.

Yo no te pedí que me amaras, tampoco te voy a pedir que no lo hagas... simplemente acéptame y acabamos antes este duelo estúpido que nos atraemos.

No hay comentarios: