Beso tus labios muertos, como mi propia alma.
Profano tu boca mientras te aferras a mí,
el ángel de cabellos de trigo.
Beso tus labios que son claveles,
los mismos que uso en mi vieja solapa.
Tu cuerpo se desploma entre mis brazos.
Beso los recuerdos que poseen tus ojos,
bajo tus párpados con tu último sollozo
y te recuerdo así que no somos nada.
Polvo en la noche, luciérnagas diurnas
y mariposas que creyeron ser ángeles.
Somos el epitafio de un ciego que pudo ver.
Llamas entre las tumbas del teatro,
maderas que son folios rasgados
por el dolor que anidamos y no soltamos.
Bailaremos descalzos con los pies ensangrentados,
entonaremos un rezo entre cánticos.
Porque somos los hijos de la amargura.
Te atrapo entre mis brazos, te asecho como antes
y te veo tan viva como minutos atrás.
No eres más que una polilla, ma cherie.
Nos arrastraremos juntos a la locura,
con tu sangre en mis labios
mientras se consume tu vida en mis venas.
Paz, clavel de sangre y versos fúnebres.
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