jueves, 21 de junio de 2012

Pantera


La lluvia estremece dulcemente los altos edificios,
aquellos que fueron construidos con esqueletos de gigantes,
mientras la suave melodía de la amargura
comienza a trepar por tus arterias hasta tu corazón palpitante.

Abres tus párpados como aleteo de mariposa,
giras tu rostro hacia la ventana y observas
como la luna muere languideciendo nuevamente
dejando atrás tu instinto humano para convertirte en bestia.

La hora acordada ha llegado, rezarás por tus ancestros,
y serás de nuevo el chaman de una tribu perdida.
La hora acordada cae sobre tus hombros, precipitadamente,
igual que la inocencia en los frágiles niños de hoy.

Las gotas que se resbalan por tus mejillas no es lluvia,
es el rocío del dolor, el cual se abre paso en tus costillas.
Las viejas heridas desquebrajan tu piel tersa y bronceada.
Los ojos felinos aparecen y el lamento escuece una vez más.

La soledad todo lo cubre, como si fueran caricias de una madre oscura,
y recuerdas la hierva recién cortada que jamás pisaste.
No existe la piedad, como no hay mundo hermoso ni esperanza.
Sólo hay un gran vacío en tu corazón, como en el de todos.

Los altos tejados están repletos de felinos como tú,
humanos y bestias que se conjugan hasta ser uno.
Eres libre en tu jaula, pues esta es invisible.
Hoy cortarás los hilos para poder al fin conocerte a ti mismo.






Junsu...
noble y fiero Junsu.





Negro, porque eres negro. De piel suave y ojos ámbar.
Negro, pelaje negro. De nariz negra y cuerpo pequeño.
Maúlla una vez más, alza tu grito de guerra
y conviértete en la fiera indomable... la pantera.  

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