Jamás dejaré de amarte, porque aún
siento calor en mi pecho.
Los buenos recuerdos que otros borran
son la verdad de tus lágrimas.
La libertad de nuestro amor se ve
encerrada en una caja de cristal,
la música que tocan las cadenas de
nuestras almas es la melancolía de un violín.
Te arrastré conmigo al fondo de un
plácido atardecer,
el azul del cielo tocó el canela de tu
cuerpo
y el dorado trigo se mezcló con el
café.
Los besos que te debo algún día te
los entregaré.
Mis alas se alzan terribles en la noche
del dolor,
igual que aquel día junto a las
plegarias que imploré en tu nombre.
Mis dedos congelados se pegan a tu
cálida cintura
y mis labios se posan en tu cuello con
mi inútil ternura.
Jamás dejaré de amarte porque tu amor
me mantiene vivo.
Eres la mujer dulce que arrulla mis
noches tristes.
La flor de tu vientre germinará y dará
frutos,
los mismos que yo deseé tener contigo
aquella velada.
Mis promesas las cumplo, este amor será
eterno
y el dolor que te hagan lo pagarán con
el filo de mi indiferencia.
No les odies, pues del odio se
alimentan.
Sólo sonríe porque tú sabes la única
verdad,
esa que endulza tus palabras cuando
susurras la nana amarga al viento.
Un verdadero ángel.
Texto propio
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