Como flores azules al amanecer,
despampanantes con aroma de jazmines
dispuestas a ser arrebatadas de la vida
para ser plantadas en los cabellos de
una sirena.
Dispuesta a sumergirte en la verdad,
igual que un ebrio mira la botella
y sonríe porque aún le queda un nuevo
trago
para poder ahogar las pocas penas que
aún arrastra.
Como ninfas convertidas en luciérnagas
al anochecer,
con sus trajes delicados corriendo
entre jardines
dispuestas a iluminar por donde se
camina,
que no es más que un sendero cubierto
de seda.
Templo perdido en la montaña del
quizás,
con los labios de un veneno dulce que
me anula
hasta convertirme en un monje que te
admira,
igual que se admira y reza a las
vírgenes cristianas.
Me has conquistado dejándome sin
aliento,
eso has hecho y sin proponértelo.
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